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Extracto:Ante la situación, analistas han incorporado a sus escenarios la posibilidad del fenómeno de estanflación
La guerra entre Rusia y Ucrania ha subido a otro nivel de intensidad: los ataques incluyen ya objetivos civiles, obligando a más de un millón de ciudadanos a buscar refugio en países vecinos.
Es una situación sin precedentes, con amenazas nucleares realizadas a pocos días del inicio del conflicto por Vladimir Putin.
Por lo tanto, lo más recomendable es tener paciencia y actuar con cautela. A pesar de las caídas, el S&P cotiza los beneficios de 2022 a 18 veces.
De acuerdo con el testimonio de especialistas en la materia, la resistencia ucraniana podría dilatar la duración de la contienda dos o tres semanas más, teniendo en cuenta referencias históricas como la invasión de Irak.
Ucrania tiene un presupuesto en armamento 2.8 veces superior al que Irak tenía en 2003. Mientras que el gasto de EE.UU. fue 250 veces el del país de Oriente Próximo, el que Rusia está realizando es solo 11 veces mayor que el ucraniano. La invasión estadounidense de Irak, que tuvo lugar en marzo de 2003, duró 30 días, pero la guerra no se dio oficialmente por terminada hasta el 15 de diciembre de 2011.
Dada la evolución del conflicto, y la historia que acompaña a Putin, una solución diplomática es cada vez más improbable. No obstante, un acuerdo mínimo que incorporase la destitución del actual gobierno ucraniano, una declaración oficial que certifique la anexión de Crimea y la independencia de las regiones de Donetsk y Lugansk, así como la garantía de no integración en la OTAN, podrían ser base suficiente para suspender las hostilidades.
La incertidumbre se ve incrementada por la estrategia rusa de multiplicar la presión militar para doblegar la resistencia a negociar del presidente ucraniano Volodímir Zelenski. El método escalate to de-escalate de Putin, que pasa por un aumento en la violencia, abre un escenario alternativo en el que el presidente ruso podría ser depuesto.
Diversas Informaciones apuntan a la baja moral de las tropas (por la falta de información, la intendencia deficiente, la falta de recursos y alimentos o la inclusión de objetivos civiles), el abandono de material militar, deserciones o declaraciones públicas de oligarcas muy próximos a Moscú.
Todos ellos son síntomas de la cada vez mayor fractura interna, que aumentará cuanto más tiempo se mantengan en vigor las sanciones ya anunciadas.
Esas sanciones (y contra-sanciones) dificultan aún más el análisis. Si la severidad de las fricciones entre Oriente y Occidente acompaña la dureza de los ataques, Putin podría incluso suspender las ventas de gas a Europa.
Al fin y al cabo, han perdido sentido económico a corto plazo al no poderse usar los ingresos en divisa generados por la transacción teniendo en cuenta que los contratos de gas natural se cotizan mayoritariamente en dólares, euros o libras esterlinas.
Incluso si la situación se resuelve con el cese de hostilidades, el impacto de las acciones adoptadas por gobiernos y corporaciones (Apple, Dell, Ford, Exxon, entre otras) dejará heridas que tardarán mucho tiempo en cicatrizar, como también lo hará la percepción de seguridad de países como Polonia, Hungría o incluso Alemania, que ha saltado en pedazos.
Aunque todo apunta a una Guerra Fría 2.0, no podemos descartar una guerra caliente si Putin no se planta en Ucrania y decide ampliar su área de influencia.
Ante esta falta de visibilidad, y teniendo en cuenta que el repunte en precios de la energía puede mantener niveles elevados de IPC durante más tiempo, los inversores han vuelto a incrementar en sus análisis de escenarios la probabilidad de un entorno estanflacionista.
El comienzo de la invasión de Ucrania ha avivado estos temores, como queda de manifiesto en la evolución de la TIR del bono del Tesoro a 10 años, que se ha comprimido fuertemente descontando un riesgo para el crecimiento.
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